Vivimos en un mundo que no acepta grises, todo es blanco o negro. Nos convencieron de que solo podemos ser blanco o negro. Pero yo, yo no soy ni blanco ni negro.
El casamiento es la unión de dos diferencias. Es el puente que hay entre dos territorios, dos elementos que se juntan para formar un tercero.
¿Si se casan el azul y el amarillo que nace? El verde. Que es un color que tiene un poco de amarillo, un poco de azul, pero que es un color nuevo, es verde, un color que antes no existía y que ahora existe gracias a esta comunión. Una vez que se forma ese nuevo color es inalterable.
Ese nuevo color, esa mezcla de sus colores, se mantendrá entre ustedes por el resto de su vida. Y nada ni nadie podrá borrar ese nuevo color. Cada persona tiene su propio color, único e irrepetible, y ese color viene a este mundo para brillar.
Si ese color que trajimos, si esa luz se apaga, deja de brillar, nos hundimos en la oscuridad. En la oscuridad total no ves ni tu sombra, mucho menos tu propia luz. Cada uno tiene su color, su esencia, su identidad, y eso no se puede apagar. Y esos colores se mezclan, se unen, se combinan, forman nuevos colores cada vez más brillantes.
No existen dos colores iguales. La humanidad es una gran, enorme e infinita paleta de colores. Hay tantos colores como personas. Dentro de un mismo color hay millones de colores, millones de posibilidades. Los colores se definen por contraste. Los colores armónicos son aquellos que cuando se mezclan funcionan mejor.
Y cuando ningún color está presente lo que uno percibe inevitablemente es el negro. El negro, la oscuridad en la que estás es la ausencia de colores. La oscuridad no deja posibilidad de matices. El negro es negro.
Y agarrate Catalina. Cuando los colores verdaderos de cada uno se mezclan el resultado es una cálida y potente luz blanca que algunos llaman portal.
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